jueves, abril 3

You know I'm such a fool for you

Creo que no hay mejor sensación que aquella del papel rasgado por el lápiz, de las teclas formando palabras, no hay mejor sensación que saber que se está construyendo algo, un mundo aparte, con las meras manos humanas. La sensación de liberación, de que los personajes en uno salen corriendo, demoliendo todo a su alrededor, con errores ortográficos, exclamaciones y punto y comas. No tienen límite, más que aquel que las manos les dan. Pero por un momento, parece, creo, por un momento, que son eternos en esa hoja de papel. Parecen eternos. Y son libres.
Alguien me dijo "escribí sobre aquello que sepas, sobre aquello que sientas". Otros me dijeron, "escribí sobre lo que no conozcas, para realmente creer que existen". Me ha llegado a pasar, de encontrarme con personajes de mi cabeza en la calle, y sorprenderme. ¿Cómo escaparon? ¿Cómo se liberaron enteramente de estas manos que los delineaban? No sé. Tampoco sé cómo te escapaste vos.
Cuando uno no cree más que en el amor, no existen cosas tan triviales como el tiempo, porque no hay límites a la voluntad, ni siquiera las 24 horas del día. Cuando uno no cree más que en el amor, las sensaciones se colorean en miles colores, parecen completamente razonables los amores de película, tienen lógica cada una de las palabras que uno pronuncia, los silencios no incomodan, las dudas se van en sonrisas y risas en silencio sentados en el colectivo volviendo a casa despeinados y en la ropa de ayer. El amor es el lenguaje más sencillo de todos, es mundial y humano, no requiere siempre de palabras, sino más que nada de gestos. De miradas profundas y sonrisas, de cuerpos, de tonterías. Cuando uno no cree más que en el amor, todo es más simple. Tan simple como vos.
Hace ya como cuatro años que escribí sobre un beatlemaníaco, de estilo hippie roñoso, de mente ligera, de seductor silencioso. Hace cuatro años me enamoré de un personaje mío, y me lo volví a encontrar hace dos años y no lo quise. No lo quise y suerte que no lo hice. O lo quise hacer. No era quién soy ahora. Porque, yo también cree un personaje de mí misma, una visión de como quería ser yo a mis veinte años y me alegra decir que me falta poco para encarnarla. Era una chica que caminaba feliz por las calles, saludando y regalando sonrisas, viviendo bien y simple, viendo en lo pequeño, lo mejor del mundo. Y llegaste vos, para perfeccionarme, para sacar aún más lo mejor de mí (y a veces también lo peor). Yo quería ser una chica apasionada y aventurera, sin miedo alguno, curiosa al extremo. Desestresada, desestructurada. Con los hombros caídos de la paz interna. Cuesta che, pero de a poquito voy. Me siento encaminada de vuelta. ¿Qué, si no mis personajes, me va a apasionar más?

Sólo me queda amigarme con las palabras para dejar de mirar con miedo la hoja y asumirte, pacientemente, real, conocer esos rasgos, los cuales mi personaje no quiso develarme, para seguir enamorándome de vos. No me apuren, no me apuro yo, estoy embobadamente “chocha” justo como estoy ahora.

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