jueves, octubre 24

Corte sin confección.


Tengo un fetichismo con el número "16". Cuanto más veces lo veo, más siento que la vida me esta tratando de decir algo. Los días 16 suelen ser especiales porque siempre algo sucede, quizá pequeño, quizá no me doy ni cuenta pero pasan cosas. Hechos, pequeñeces. Divinuras. Lo descubrí hace cuatro años. Es cómico, porque muchas veces se que hay algo ahí pero no puedo verlo. No quiero verlo. Hoy es 24, y paso algo. Después de un  mes de estar con los ojos abiertos ante palabras de mucha inteligencia por lo bajo, después de un mes de idas y venidas familiares, bolsos desarmados, armados, mates fríos, portazos, ojos rojos, narices coloradas, frutillas moradas. Después de un mes así, casi que casi me permito llorar. Llorar y largar toda agua en mi cuerpo, quedarme hecha hueso y lamer todas las heridas. Las heridas que me gustaría enterrar en los libros que con tanto fervor quiero leer. Recuerdos que sé que no les doy importancia, porque no quiero dársela. No me quiero dejar sentir muchas cosas porque no quiero dejarme sentir. Me es tan fácil llorar por idioteces que las cosas que merecen la pena frenar, cortar, rebanar, dar un respiro... Me las trago. Y pasan por la garganta como cuchillos sin filo, que con el roce no cortan pero raspan y arde. Arde como un carbón blanco, hermoso, inofensivamente dañino. Y yo lo dejo llegar, tan tontamente también, al estómago, donde se hace piedra angular de todo mi sistema. Me toma por entera y me hace abrir más los ojos ante las hojas que me susurran "léeme", y yo sólo quiero hacer caso. Pero los cuchillos han alcanzado mi voluntad. Mi única arma ante todo problema que me presente el mundo. Sé que está ahí, sin embargo, pequeña y con frío, intentando resguardarse del frío. Esta momentáneamente resfriada, creo. Pero mi voluntad suele recobrarse con el calor de los rayos húmedos, con los Buenos Aires sin panfletos, candidatos enfermizos, tensiones electorales, dolores de cabeza tan absurdos. Así que pequeña como está, sabe que pronto se acaba otro año de obstáculos que no son la muerte de nadie. O quizá si. Siempre va a haber un "quizá" en mi vida. Me enseñaron a tomar todo por las puntas, a cuestionar todo, a discutir por diversión porque pensar le hace bien al mundo. Ando necesitando un viaje por colectivo con solcito de tarde, mis auriculares (que se han roto, lamentablemente) y un buen libro-no-académico en el regazo. Un chico lindo que me mire de reojo por la derecha no vendría mal, un abuelito con su nieto por la izquierda tampoco estaría de más. Que se suba una chica con una guitarra y cante un par de canciones sería maravilloso. Porque siempre lo dije -y siempre lo voy a decir-, los colectivos son el mejor lugar para darse cuenta de las pequeñeces en la vida que lo hacen feliz a uno. Y para llorar por aquellas que quizá no están funcionando de momento.
Pero todo pasa y todo cambia y la vida sigue. Siempre hay alguien que la tiene peor, como alguien que la tiene mejor. Ya vendrán tiempos mejores porque siempre sale el sol, no importa cuán fuerte la tormenta.

1 comentario:

deliriosinfonico dijo...

Nunca me creí el cuento de que las lagrimas van a parar al mar. Para mi las lagrimas se hacen nubes y se juntan en el cielo con nubes de lagos, de ríos, de océanos y de otras lagrimas. Y cuando se juntan todos los sollozos en el alba, se forman las nubes que hacen que llueva. Es por eso que pienso que la lluvia no es mas que las lagrimas de todos nosotros juntos, derramadas por el cielo...

COLECTIVO: LUGAR DE CATARSIS PARA BUENO, MALOS Y NO TAN MALOS MOMENTOS..(FUENTE: MI DICCIONARIO PERSONAL)